En la jubilacion de Carlos Font

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Nuestro compañero Carlos Font Blasco, que fuera Director General de la Inspección sin perder cercanía con nuestra Junta Directiva durante el periodo en que ocupó el cargo, pese a los roces propios de posiciones distintas, ha llegado a la edad obligatoria de jubilación que las discriminatorias normas vigentes imponen a los funcionarios, constituyendo un ejemplo de lo pernicioso de tal restricción de derechos, no sufrida por los trabajadores en general.

No debe olvidarse que los funcionarios somos trabajadores por cuenta ajena a los que no se aplica la legislación general por razones metajurídicas. De no ser por eso, en el caso de Carlos, sus conocimientos, su aura de autoridad respecto a los interesados y su buen estado físico y mental habrían determinado la prolongación de su actividad más allá de  la edad de jubilación

Carlos fue algo más que un inspector paciente, asequible, comedido por encima de todo, y eficaz para la resolución de los problemas que la profesión plantea. También cuenta con una sensibilidad fuera de lo común como adorno personal. De nacimiento, vamos

Así lo demostró en una actuación poco conocida porque él no quiso darle pábulo, como la clase de un caballero reclamaba. Fue con ocasión de un vehículo bomba colocado inicuamente por una facción del Ejército Republicano el 15 de agosto de 1998 en una población de Irlanda del Norte llamada Omagh. Murieron dos españolas, una adulta y una niña, y fueron muchas las compatriotas que sufrieron lesiones y heridas diversas, en el atentado calificado por la BBC  como "la peor atrocidad terrorista del I.R.A".

Carlos, consejero laboral en la Embajada española ante el Reino Unido, era el funcionario más adecuado para hacerse cargo de la primera atención a los damnificados españoles y sus familiares. El azar quiso que la persona más sensible y competente estuviera disponible en plena época de vacaciones. Y la diligencia, la afabilidad con los damnificados y familiares, la precisión y el equilibrio de su actuación quedaron de manifiesto ante las autoridades, que registraron su plena satisfacción por la colaboración española, encarnada en nuestro compañero.

Desde la revitalización de la entonces Asociación, en los años 90, que arrancó con la presidencia de Eugenio Santa Bárbara hasta su retiro, siempre mantuvo su alta en nuestra organización, colaborando en lo que fue preciso y apoyando los criterios que hemos defendido en cada momento, incluso y singularmente durante su etapa de Director General.

En este aspecto, es memorable cómo sacó la cara por nosotros en varias ocasiones. Era tiempo de enfrentamiento con la diamantina resistencia de los jerarcas del Ministerio, entre ninguneos y reivindicaciones, hasta que un comunicado de la Asociación, aparecido en las páginas de Economía del periódico "El País", edición de Andalucía, donde se criticaba firmemente la dificultad, precariedad y escasez de medios de la acción inspectora, levantó ampollas que debieron alcanzar la categoría de graves quemaduras. Poco después, Carlos fue cesado, quedando entre los miembros de la Junta la duda amarga de si habíamos desencadenado su relevo, extremo negado por él mismo a nuestro Presidente. 

Como técnico que es, Carlos no tomó la vía partidista sino que regresó a su destino en la Inspección de Madrid. En ella prestó servicios a satisfacción y ahora deja ya de preocuparse por conflictos en empresas públicas de toda laya, mediando y ofreciendo soluciones definitivas, o por engorrosos informes sobre expedientes de regulación de empleo, que ha llevado con estoica dedicación, deleitándose incluso con algunos matices de tan áridas materias.

Deseamos a este querido compañero y correligionario sindical una salud al menos tan buena como la que disfruta actualmente y una vida larga y plena del cariño familiar y del de sus amigos, entre cuya vanguardia nos contamos.


La Junta de Gobierno del Sindicato de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social 

En representación de la Junta del SITSS,
César Guedeja-Marrón de Onís

 

 

 

 

 

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